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    2001 Instinto maternal

    Nunca soñé con ser madre. En mi casa no quería tener hermanos, me gustaba mucho leer, escribir y dibujar; y los gritos de niños corriendo me estrujaba el cerebro. Era muy aburrido ver cómo mi madre, nos levantaba para ir al colegio, nos daba unas monedas y comprabamos un bollo antes de subir al autocar del cole.

    Y todos los días mi madre hacía lo mismo, vuelves a casa, meriendas, lavadoras, plancha, la cena !!!! ¿Realmente una persona puede ser feliz haciendo lo mismo todos los días? Comprendí, que si es lo que uno a elegido es perfecto.

    Pero cuando llegó el instinto, no pude pararlo. Entras en un estado ñoño, debilitado, absurdo, donde los perritos te hacen gracia, los bebés te encantan y los abuelos te parecen encantadores.

    Y te vuelves una imbécil, que solo piensa en ropita de bebé. Es un estado de locura transitoria muy agradable, tu cuerpo va cambiando, corre una hormiguilla por la barriga que te tiene intranquila y despistada todo el día.

    • Al principio parece que no se nota, pero tú si sabes que la cintura ya no es lo que era, te conviertes en un tronco de árbol.
    • Más adelante se hinchan las tetas y entonces para mantenerte erguida, echas hacia atrás los hombros, con lo que la espalda se curva para mantener el equilibrio.
    • Y la tripa sigue creciendo, pero como eres joven y su musculatura lo soporta, crece hacia arriba hasta que se pega con el pecho.

    A los seis meses tienes un pequeño koala dentro de tu cuerpo, que respira, ronca y se mueve

    Y con todo esto pasando dentro de tí, sigues trabajando … La tripa te acompaña a todas partes, hablas con ella y la preguntas. Incluso cuando pones la radio en el coche notas como se mueve a ritmo de la música. Sigues trabajando y te alegras de tener un trabajo comercial con visitas y actividad que te permite andar una media de 8 horas todos los días, y esto te mantiene en forma.

    Trabajar con una tripa no presenta mucho problema, nada más que eres «más grande» y te cuesta más moverte. Cuando llamas a las puertas para ofrecer tus servicios de seguridad y alarmas para la casa o para el negocio, reflejas tanta fragilidad que te atienden mucho mejor. te escuchan y compartes unos momentos de empatía que en ninguna otra situación se dan. Familias jóvenes en chalets nuevos eran mi cliente favorito en esta etapa. Me atendían dentro de su nuevo salón e incluso me ofrecían un café o un vasito de agua. Con esta mínima puesta en escena tenía la venta casi cerrada.

    A un mes de salir de cuentas surgió estar en un stand dentro de un centro comercial. Un pequeño mostrador y un montón de panfletos para explicar y repartir. Las 8 horas de pie en la misma posición, hizo que los tobillos se me hinchasen como pelotas y tuve que pedir la baja porque ya las piernas no me sujetaban. El viernes me dieron de baja y el sábado fuimos a preguntar al hospital porque no dejaba de perder gotitas de humedad y queríamos que echasen un vistazo.

    Me ingresaron de madrugada y allí nos quedamos mi marido y yo, con lo puesto y a esperar.